Adiós, Paco Zamora

   

  ¿Y sabes qué fue lo peor? Que luego de dos escasas lunas annobonesas, y sin que se te dieran la oportunidad de que vieras cómo se alzaba la ballena a la arena y que pudieras fijarla en tu imaginación fecunda, te sacaron de Palea y te llevaron a Santa Isabel para que, estando pendiente  de lo que ocurriera en Mangro Road, los nietos de Mamá Trosis te llevaran por los caminos que transitó Anita Awawo y te hipnotizaran con los recuerdos de sus trabajos ayudando a los que iban descaminados, o descamisados y con ganas de quedarse en pañales, oído fino.

    Estuviste en Olú Yard e hiciste tus pinitos en la orquesta hasta que Macías apareció en el horizonte y padre te mandó a un exilio que te salvó de la quema, porque Macías no hubiera tolerado ni que tocaras ni que exhibieras una lengua tan ácida y afilada. De hecho, inaugurada la presidencia borracha que el destino equivocado le ofreció en bandeja, no tardó en mandar a sus esbirros a hacerse con la orquesta entera y venderla a mejor postor, porque ni había electricidad para ponerla a funcionar en todo el país que dirigía a golpes de bastonazos limpios.

    Instalada en la España castellana, e intentando rimar lo mejor que te cupo, tropezaste con el silencio que los que administraban los deseos de Carrero Blanco, y también de Castiella, impusieron sobre los hechos de Guinea y el silencio se abatió sobre todos los que tenían vuestra edad. Esta es la razón por la que tu verbo florido solamente encontró acogida en una editorial voluntariosa, pero menor. Es la que ha recogido, hasta que el destino llamó a tu puerta trasera, lo que trajiste del lado donde Euterpe campa a sus anchas.

Mira, la mención apenas desdeñosa que hicimos de la editorial que te acompañaba para tus producciones íntimas es porque, verdad franca, te merecías más, como mínimo una tapa dura con incrustaciones de granito para resonar en plazas más fuertes que un bar con olor a chipirones. Pero diste de ti lo que pudiste, y anteayer supimos que Osdeop, un dios que hubieras creado de tus barbas poderosas, te había llamado a su vera. Todos los


que estábamos en la jornada de la siembra, hombres y mujeres, no supimos qué hacer y algunos rezaron para que el demonio no se interpusiera en tu camino. Oye, Paco, ¿pudo haber ocurrido que te hubieras dejado tentar por los comunistas? Te lo preguntamos por si también habría que hablar con San Pedro para hacerte un hueco o tendríamos que acudir a un cielo más apropiado para ti, a sabiendas de que no aguantarías el silencio afresado que reina en los predios de los santos lampiños. Entonces civilmente te digo adiós. Tienes permiso desde ahora para vivir lo que te salga de los fueros internos.

        Barcelona, Viena, París, noviembre de 2025

Comentarios

Entradas populares de este blog

Yo en la Feria de Libro de Bogotá: Racismo y Xenofobia

Guinea, el silencio que precede al abismo

Guinea Ecuatorial: Nadie