Yo en la Feria de Libro de Bogotá: Racismo y Xenofobia
Esto lo tengo que contar, lo tengo que contar miles de veces. Ha estado ocurriendo que los Estados, algunos muy arrogantes, y también racistas, llevan tiempo creyendo que la imposición de algunos requisitos para entrar en los países es un campo abierto para cometer cualquier violación contra los derechos humanos, convirtiendo las fronteras en salas de torturas. Estos países arrogantes se creen incluso con derecho a anteponer sus supuestos derechos de defensa territorial a la defensa de la vida de los que se vieran obligados a emigrar, de manera que hemos visto a adultos y niños metidos en jaulas, como haber sabido de otros que sufrieron disparos, perdiendo la vida lejos de cualquier consuelo. Esto es vida real, sin exageraciones ni subjetivismos. Y esto ocurre ante el silencio de los abogados, médicos, filósofos, religiosos y políticos de toda laya del mundo entero. ¿En qué colectivo están los hombres y mujeres que podrían hacer un esfuerzo para que este tema de la provisión de dolor por parte de países arrogantes ocupe un lugar central en el debate mundial? El de los artistas, y de ellos gozan de más ventaja los escritores, por cuanto que se constituyen en los guardianes de las palabras y son las tales las que se utilizan para la construcción de los argumentos mendaces con los que los mandatarios sostienen sus posturas inhumanas y liberticidas con los que subyugan a los migrantes.
Con premonitoria coincidencia, hice uso de la palabra que me fue concedida, y ante cerca de un centenar de mujeres y hombres dije que poco se haría en el tema del que se trataba si a los artistas de todas las disciplinas no se les proveía de un documento que les permitiera moverse por el mundo con toda libertad. Mucha gente extranjera que ahí había aplaudieron la idea. Eso fue en en febrero de este año, en un evento que se dio a conocer como Pública 25, en Madrid, evento mismo que se quiso publicitar bajo la significativa etiqueta de Cultura Como Refugio. Y no es una cuestión baladí. Y que estuvieran creyendo que la cultura pudiera ser un refugio no fue una idea del que esto escribe.
Fueron estos los antecedentes que imperaban cuando recibí, un poco más adelante, la invitación para tomar parte en la delegación española que asistiría a la Feria Internacional de Libro de Bogotá. España era el país invitado. Evidentemente, y se dice para lo que vendrá después, Colombia era el país anfitrión. Por ser de donde soy, necesitaba un visado para entrar en el país, tenía un pasaporte vigente, adjunté la invitación oficial de la Dirección General del Libro, adjunté mi tarjeta de residencia en España, añadí más tarde, y a petición suya, una tarjeta de empadronamiento, pero todo aquello no bastó. A las autoridades de migración de Colombia, protocolarios y prepotentes, les parecía nada, y al final no pude asistir, pues el visado no fue concedido. Y ahí quedaron los billetes de avión pagados y la habitación del hotel apalabrada, todos del conocimiento de las autoridades de extranjería del país.
Embebidos en su papel de defensores de las fronteras patrias, se olvidaron de que su país era el anfitrión, así que debían suavizar las formas. Como no había habido ninguna interacción anterior con el país para que se justificara su intransigencia, citaré las causas que creo que son las que impidieron mi asistencia al evento conocido como FILBO 25: Tener el pasaporte de un remoto país africano, ser negro. Se puede mirar más, pero he devanado los sesos y no he encontrado otras. El ser del país del que soy y de esta raza valieron más que todas las consideraciones y otros requerimientos satisfechos. Como sé que muchos mueren por entrar en otros países, entre ellos muchos colombianos, y ya dejé dicho sobre la necesidad de que a los artistas se les dejara circular con libertad, tomaré el hecho de mi no asistencia como un mal menor, sosteniendo, sin embargo, la idea de que la humanidad se está haciendo mucho daño, o se está siendo cómplices de los intolerantes, cuando no se desmonta punto por punto las razones esgrimidas por los Estados para sojuzgar a los migrantes. Lo tengo que decir, mi pequeño país es de estos que maltratan a los extranjeros por cuestiones migratorias. Pero ya les dejé escrito a los que allá mandan que jamás aprobaré sus métodos. Sí, no por pequeño, no es malvado.
Barcelona, 5 de mayo de 2025
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