Guinea Ecuatorial: En el cuello de la palabra.
De un tiempo a esta parte, o desde que la Guinea tuvo nombre oficial, la palabra escritor suele representar una amenaza para los que merodean el entorno del poder. De cualquiera de ellos se puede decir “el escritor”, “un escritor”, como si fuera realmente un peligro, alguien que amargaría sus horas de merienda. En los últimos años, que coinciden con el régimen actual, este hecho ha conocido cotas altas, y pese a que el país ha demostrado que puede conocer algunos avances sin que lo que dijera o escribiera cualquiera les impidiera nada. De hecho, han construido rascacielos y abierto cuentas bancarias en el mundo, y ello no se lo ha impedido ningún escritor. Pero el resquemor persiste, como si fuera una amenaza que no pudieran abortar, como si la existencia de un escritor, que suele ser gente pobre, siempre será algo que les persiga.
Señores que me leéis de tapado, ¿sabéis por qué la existencia de un escritor os causa este sarpullido? Os contaré una historia. La respuesta es porque queréis ocultar las palabras, queréis que os envuelva la oscuridad. Y esta era la oscuridad que os envolvía cuando, durante once (11) años enteros, no permitisteis que nadie dijera ni escribiera nada. Y aparte de los panfletos que nos hacíais memorizar para que nos ahoguemos en vuestra estupidez supina, el único libro que salió en este periodo de tiempo fue algo que llevó el infame título de El baile de los malditos, escrito, lo recordáis, por uno de los vuestros llamado Supermán. ¿Y recordáis de que se trata? De cómo la oficialidad acabó con la vida de más de 100 guineanos, entre ellos la niña de 14 años Irene Matala, acusados de organizar un golpe de estado desde una cárcel para acabar con la vida del “líder de acero”, el hombre del que más tarde dijisteis cosas feas, muy feas, y al que acabasteis fusilando, por más que estuviera llorando amargamente, olvidando lo acerado que fue.
Hubiéramos dicho, y deseado, que aquello fuera el pasado, que aquello se hubiera enterrado, pero vemos que no. Todavía ser alguien que escribe es comprar un pasaporte para vivir bajo la sospecha. Ser pues, “el escritor”, o “un escritor” es estar en el foco, como si fuera un ser que generara amenazas, cuando no hay nada más lejos de la realidad. Y alguien que escribe, os lo decimos delante de todo el mundo, es alguien que os hace un favor, un grandísimo favor, y visto lo pasado cuando el manto negro que extendisteis propició la redacción del infame opúsculo mencionado arriba. Y es porque los escritores son guardianes de las palabras, de las cuales se tejen las historias comunes. Y no sabemos si esto es lo que os da tanto miedo. Porque siendo personas a las que excluís de los beneficios del país en que nacieron, se constituyen la diana de vuestros desprecios, tajante prueba de que deseáis volver a la oscuridad.
Evidentemente, las musas que guían y escogen a los escritores no serían capaces de discriminar las palabras, así que no es probable que un escritor de este tipo oculte alguna palabra para abordar la realidad. Pero conociendo todas, o esforzándose para conocerlas, no se regodea en su uso para denigrar el nombre de los que precisamente quieren extender el manto de la oscuridad, como sí habéis hecho lanzando infundios sobre los que escriben. De hecho, ¿os acordáis de un infame ser conocido como Río de Sangre? ¿O del no m
enos infame que durmió en la esperanza de glorias futuras tras haber alcanzado el puesto más alto de vuestro ejército? Os daré una pista, en su vida utilizó el látigo para dejar su huella en la espalda de los inocentes en el penal de BB. Pues ambos realizaron la transición desde un régimen que vosotros mismos llamasteis de “triste memoria” y gozaron de vuestra protección en este hasta que recibieron los más altos honores el día de su funeral. Y no visteis a ningún escritor hacer una remembranza de sus vidas malvadas, por más que fueron notorias.
Finalmente, os diremos que algún día os podéis llevar la sorpresa de que la noticia del inevitable traspaso de cualquiera de estos escritores entrecomillados por vosotros salga en el NY Times, de la América más remota, mientras que a la muerte del único “escritor” que tuvisteis en 11 años no mereció ni una sola mención en los medios que controláis a tablas rajadas en un continuo esfuerzo por volver a la oscuridad. Y fue uno de los vuestros, por más que se alejara por creerse merecedor de prebendas mayores. Ah, un día os remorderá la conciencia por no solamente haber señalado con el dedo a los escritores, sino por no haberles provisto de medios para su supervivencia a pesar de los servicios que os han prestado. El “líder de acero” tampoco sabía que algún día se vería llorando por disipar aquella oscuridad que él mismo contribuyó a crear.Y no, irrumpir en la arena creativa forzando a ciertos autores a inclinar su pluma hacia el lado del poder no será nunca aplaudida por las musas. ¿Acaso creéis que los escritores desconocen los riesgos a los que se enfrentan?
Malabo, 13 de agosto de 2025
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