La maldad imperecedera de un mundo sin dueño, y también sin alma.
Hablo de lo mismo, y ahora me entenderán mejor. Si ahora se tocaran las campanas avisando del ataque militar alienígena a la Tierra, sí, militar y alienígena, ¿a quién se llamaría para defenderla?, ¿a unos cuántos?, ¿a todos? ¿Y con qué argumento se utilizaría para movilizar a la gente? Primero retrocedamos y digamos que llegan los alienígenas, pero en son de paz, que solamente quieren beber agua y tomar leche de vaca desde las ubres mismas de las mamíferas. ¿Habría que echarlos de malas maneras o dejar que se asienten, que tengan sus poblados y sus granjas? Ahora sigamos adelante. Si vienen armados hasta sus metálicos dientes, ¿habría que echarlos, llamando a cada triste país que aporte sus soldados o se encargará de la defensa a unos cabezas rapadas, a todos los cabezas rapadas del mundo, que suelen ser los más valientes?
Supongamos, incluso que llegan en una cantidad seria, ¿todos los humanos estarían obligados a defender nuestro planeta? ¿Y por qué no podemos suponer que ante esta oportunidad estelar habría que considerar que habría objetores de conciencia? Para los que han estado alejados de estas cuestiones, un objetor de conciencia sería alguien que se negaría a tomar las armas. Y se justificaría a base de bien. ¿Se le entendería o no? O sea, nos atacan los alienígenas, gente sucia y malintencionada, y tú ahí con filosofía barata de libertad y leches. Es lo que le dirían los sargentos. Y empezarían a fusilarlos. De hecho, en muchas guerras, de las que han incendiado la historia de los hombres, sobre todo los europeos, se ha fusilado a los que no han querido seguir con la matanza. Y se ha matado sin muchísima razón. Se sigue haciendo incluso. Bueno, estos dos párrafos son para calentar la mente para lo que sigue a continuación.
La realidad de los hechos es que si la comunidad humana estuviera creyendo que todos los que atestiguáramos la llegada de los alienígenas tenemos que tomar las armas, porque llegarían por los cuatro puntos cardinales los aliens, la declaración que se está haciendo es que la Tierra, planeta a veces azul, con agua y oxígeno, es de todos, así que no valen argumentos objetores. Y que conste, y se matiza para la comprensión de los lentos, no se habla de países y de las fronteras que crearon los poderosos para hacer valer su violencia. ¿Se entiende o no se entiende? Pasemos este asunto a la cuestión de la amenaza climática. ¿Deberían los que no se han beneficiado de nada de esta tierra decir que les gustaría que los alienígenas arrasaran con todo, y ahí será el llanto y crujir de dientes de los que han pisoteado a los demás? Yo lo que veo es que no sé qué cara tendrían los generales-presidentes de nuestros tiempos para llamar a las filas a una gente a la que han mantenido en la miseria por varios siglos. Imaginen, por ejemplo, al primer ministro de La India llamando a los intocables de su país a prestar sus brazos para luchar contra la invasión de... Pues si fuera un dalit, se llaman así, no tomaría las armas para luchar por ningún gobierno que me ha mantenido en la esclavitud.
Imaginen que estuvieran llegando los aliens esos y un generalote tuviera la indecencia de ir a un campo de refugiados, de estos en los que malviven los rechazados, para pedirles que luchen por su planeta. ¿Tendría algún sentido? ¿No sería la ocasión de mandarlo a la mierda al general, y que diera gracias a Dios que lo dejaron vivo? ¿No sería incluso digno del mismo diablo que el generalote hiciera desviar el barco en que pensaba llevar a una tierra desconocida a unos cuantos inmigrantes para enfrentarlos al peligro? Pues ya estamos. Ahora falta coser el artículo con la mencionada cuestión climática. Pues resulta que hay unos jefes de Estados que suelen ser unos tetrapléjicos mentales, que niegan la emergencia climática, y dicen que nuestro planeta no está en peligro. ¿Por qué citamos a estos jefes de Estado? Porque su tetraplejia no les hace entender que si no tienen ninguna obligación de salvar el planeta, entonces la tontería de llenar barcos o aviones de inmigrantes, generalmente pobres a primera vista, y pretender acabar con ellos o mandaros a sitios remotos no cuadra con su desinterés medioambiental. O sea, o somos de todos los sitios o no lo somos. ¿Se entiende ahora que esta lucha por echar a inmigrantes de los países es pura maldad y no hay ley humana, divina, alienígena que la ampare?
Hemos terminado. Supimos que en el pasado el gobierno australiano se alarmó, o se agobió, por la llegada de inmigrantes y tomó la diabólica decisión de enviarlos a la isla de Nauru en calidad de presos, o casi, casi. Y se hace en Australia, una tierra que es una inmensidad. Y, lo peor, esta animalada fue llevada a cabo por unos ingleses, o sus descendientes, que se apoderaron de aquellas tierras luego de arrinconar a los nativos, a los que despreciaban. ¿Esto clama al cielo o no? Toda estas reflexiones ayudaron a alumbrar el pensamiento de que la forma más viable de protesta contra los abusos de los que mandan, y a nivel global, es no luchar contra el cambio climático, sino dejar que la fatalidad se abata sobre todo y ahí será el llanto y el crujir de dientes. Pero de todos. El primer paso sería, se ve, no hacer ningún esfuerzo para reciclar nada, y que cuanto antes se colapse todo, mejor. A este pensamiento nos han llevado los malvados que viven de la política. Que los pueblos oprimidos, como la Guinea Ecuatorial, tomen, pues, nota.
No hay para más, podríamos citar nombres y países, incluso los cargos que tienen y lo presuntuosos que se ponen porque creen que nos engañan diciendo por la radio que han sido elegidos democráticamente, cuando sabemos que están donde están porque unos ricos pagan para que sigan ahí, con su tetraplejia. No lo vamos a hacer. Se delatan por la boca.
Barcelona, 9 de mayo de 2025
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